El tupé de Turner (Arctic Monkeys).

Nuestro pecho como caja de resonancia. Más de ocho mil corazones latiendo al unísono. Cada uno bombeando el oxígeno hacia las células de su cuerpo sudoroso. A este ritmo pronto llegará la ambulancia. El éxtasis se hace casi insostenible. ¿Qué podríamos esperar de un concierto de rock en pleno siglo XXI? Todo. La energía de una generación condensada en un recinto. Un rabioso llamamiento a la revancha. El calor, la avalancha, el instinto.

Nuestro pecho como caja de resonancia. El aullido irreverente de un lobo. Una muchedumbre cuyos ecos constituyen un potente y violento coro. Masivos adelantamientos de la sangre, por el carril de la derecha, a ciento veinte pulsaciones por minuto.

Aliento ártico. Acento británico. Ambos derretidos por la euforia y la combustión de su frenético canto. El aforo del Palacio gritando con el alma afónica, exultante, irónica. Y entre aquellos magnéticos calambres se retuerce una guitarra ninfómana. Gimiendo de placer, sexprimiendo su desnuda distorsión hasta reventar de agotamiento. Hasta caer rendida en coma, tras la explosiva inmolación de todas sus pastillas.

(Oda by Señor Caramelos)

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Y nos levantamos dando un salto mortal. Con su música a todo trapo y bailando en calzoncillos. Repasando el fantástico último disco de los Arctic, AM se llama,  ya que más tarde Alex Turner nos examinaría de sus canciones.

Había llegado por fin el viernes 15 de noviembre, un día con un agujero en el calendario debido a tanto repasar lo que tenía anotado encima. Un día de nuestra vida que entregaríamos plenamente y con gusto a la música. Por fin llegaban directos desde Polo Norte como un Santa Claus prematuro los Monos del Ártico. Aterrizaba el tupé de Turner en la capital, y El Señor Caramelos y un servidor no nos lo íbamos a perder.

La víspera del concierto fuimos a un lugar con una perfecta vista de Madrid y le dimos un par de vueltas al disco en el coche acompañados de una botella de vino. Lo analizamos con esa fluidez y elocuencia que da el elixir de Baco y bajamos hasta los más oscuros sótanos de los versos de estos 4 poetas leyéndolos a la vez que escuchábamos por si se nos escapaba algo. Aprovechamos también para comentar la jugada del día siguiente.

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No sabemos planificar  estudios, ni trabajos, ni viajes, ni podríamos proyectar un asalto a un banco, pero en cuestiones de fiesta sabemos hacer los deberes. Teníamos diseñado un plan que rozaba la perfección para realizar la previa, combinando Margaritas, otra vez vino peleón (no sé por qué nos ha dado por el vino), cigarros, redbull y donuts. Alcohol, tabaco, cafeína y azúcar.

En un día como este patrocinado por la música no hay ningún límite, no existen los últimos tragos o las últimas caladas porque el exceso nos ilimita, estamos obligados por el espíritu del Rock n´Roll a jodernos el cuerpo, y aunque suene autodestructivo merece la pena reducir nuestra esperanza de vida por intensificar momentos como estos, en los que cada mini de cerveza o pitillo tiene más sentido que nunca.

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Unas birras en casa, y comienza nuestra singladura.

Fuimos primero a por los Margaritas, ese coctel hecho con Tequila y yo que sé que más, a mí me sacan del cubata y ni idea oigan. La historia que hay detrás de esto es que nos enteramos de que en el backstage, el cabecilla de la banda se dedica a hacer y ofrecer esta bebida al borracho grito de You want some Margaueritas?? a todo el que pasa por ahí, y para ponernos en comunión con él, como si nos afinásemos, hicimos lo mismo. Le pedimos a la rubia camarera que nos descorchase las botellas.

Tras esa parada nos dirigimos ya al Palacio y una increíble línea de personas nos sorprende. Siendo dos, y aprovechando un momento en que la policía intentaba reorganizar a la gente, hicimos un adelantamiento y nos situamos a escasos metros de una puerta lateral con unos chavales que llevaban desde principio de la tarde. Usamos los donuts para comprarles y que nos guardasen el sitio.

Cuando íbamos ya más entonados con ese combinado explosivo en nuestro cuerpo abrieron las puertas y cogimos prácticamente los mejores sitios de la grada.

Los teloneros, The Stripes sonaban muy bien, un rockabilly británico con pinceladas de Johnny be good.

Y después de unos minis de cerveza, suben al escenario  the one and only, the misterious,  the galactic propeller fluorescent adolescent experience, …  redoble, THE FUCKING ARCTIC MONKEYS!!!!!!!. El líder nacido en el 86 se ha convertido en un auténtico showman. Ahora con una chaqueta blanca, engominado y con peine en el bolsillo. Le recordamos con su acné, su timidez y su ira adolescente descargada en los ritmos de sus primeras canciones, véase From the Ritz to the Rubble.

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Un clásico Hola Madrid con un acentazo británico nunca falla y le contestamos el saludo. Comienza el show. Una tras otra, tocan sus canciones del nuevo disco que promocionan. R U Mine, Arabella, Why’d you only call me when you’re high, Snap out of it etc.

De las primeras tocan Mardy Bum en acústico, Dancing Shoes y I bet that you look good on the dancefloor.

La palabra que define el nuevo estilo es sexy. Es un ritmo de burlesque, canalla pero con clase, de cuero, terciopelo, encaje, satén y whiskey on the rocks. De contoneo y pelvis.

Antes de prácticamente todas las canciones seducía a las niñas con un: This one´s for the girls.Y es que es verdad, todo su nuevo disco está escrito para musas y mujeres. Que importante sois en y para el arte.

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Desde nuestra posición bailamos poseídos como en una danza tribal. Mirábamos a los lados y con diferencia éramos los más desfasados, pero estábamos en ese punto de no retorno en el que sólo puedes seguir hacia adelante, entregarte, sonreír con malicia y buscar el infinito.

Y Alex, nos dejaste con ganas de más. Mucho más. Nos tuvimos que ir cantando a capella y bailando tus canciones por la calle, haciendo los beats con chasquidos de dedos y el mobiliario urbano que salía a nuestro paso, como aquellos grupos de R&B del Nueva York de los 50. Nos fuimos cantando Suck it and see a duo por las calles de Madrid. Saboreando cada palabra y cada rima con la que concatenas las siguientes, cayendo en un bucle con todo el sentido del mundo. Cada uno sabíamos a qué chica cantábamos, a quien dirigíamos nuestro desafinado llanto y gritamos cada vez más como si ellas nos pudiesen escuchar desde los aledaños del anfiteatro.

I poured my aching heart into a pop song
I couldn’t get the hang of poetry
That’s not a skirt girl, that’s a sawn-off shotgun
And I can only hoped you’ve got it aimed at me

Nos imaginábamos esas minifaldas de vértigo, y nos recreábamos en tu comparación de este arma de mujer con una escopeta recortada, que Dios quiera, esté apuntando a nosotros.

Algún que otro paseante cantó a coro con nosotros, aunque la gran mayoría nos miraba con una mueca mezcla de sorpresa y aburrido estreñimiento. Pero nosotros teníamos esa sensación de euforia. Éramos los más vivos de la ciudad, vibrábamos. Éramos títeres movidos por esa melodía y nos dejábamos llevar.

Y Alex, no nos cantaste Mad Sounds (para mí la nueva Take a Walk on the Wild Side) ni Nº1 Party Anthem, tus baladitas perfectas para cerrar una noche de guitarras y excesos bailando con una sensual mujer. Pero bueno, por ser tú te perdonamos. Vuelve. Vuelve pronto para que tengamos más días como estos, para que sepamos que hay algo más ahí, para tener una excusa más de llevar cuerpo, alma y mente al límite. Para dejar de pensar y gritar esos tus himnos.

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11 comentarios en “El tupé de Turner (Arctic Monkeys).

  1. Esos son los buenos conciertos, los que te dejan el amargo sabor de querer más. Yo los vi en Barcelona en 2011 y fue increíble. Y al salir del recinto ya tenía depresión post-concierto. Malditas noches que no pueden ser eternas.
    Un post magnífico!

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    • Es la perfecta definición de agridulce.Fíjate que de vez en cuando sigo escuchando AM después de haberlo machacado intensivamente antes y después del concierto y todavía no me he cansado, eso sólo lo hacen los grandes.

      Hacen unos directos increíbles, a ver si nos dan el gustazo y se apuntan al BBK.

      Muchas gracias por leernos!

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