¿Por qué no la entras? (Vol.2)

Pongamos que hablo de Madrid en una tarde de domingo completamente insustancial, es decir, una tarde de domingo.

El caprichoso cúmulo de circunstancias aleatorias ha querido que me encuentre aquí ahora, en este retro-café de Malasaña que solía frecuentar Joaquín Sabina en los 80, haciendo aburridos círculos con una copa de vino mientras arranco las hojas de un libro existencial (J.P. Sartre-La Náusea).

Estoy solo, sin amigos, más que nada por no quedarme en casa. He venido con la simple pretensión de dar un grado más de valor a mi tiempo (ya que en sociedad siempre lo parece). Pero al entrar en el café apenas he encontrado dos personas: una de ellas es un hombre de mediana edad con los brazos tatuados en verde, la otra, también.

Desconozco el número de tic-tacs que han sonado desde la última vez que levanté la cabeza. Lo único que sé es que en este mismo instante una magnética presencia está alterando significativamente la descripción del panorama. Mis ojos se clavan en ella automáticamente, con la precisión y eficacia de un puntero láser.

Allí está, sentada en la barra, miradla. Está sola como yo, distraída con un par de revistas vintage mientras tiembla de frío en los extremos de su vestido. Acaba de llegar de la calle, exhausta, y su pupila parece exhalar tristes fantasmas, absorta quizá en el humo de un amor imaginario, o en su defecto de una terrible huída. No lo sé. Pero es pálida y morena. Y lo que más me llama la atención de su físico es ese cuello largo y frágil que tiene: como un tallo sujetando pensamientos.

Apenas tres metros de distancia me separan de aquella chica-cisne ¿Quién es? ¿Qué coño hace aquí? ¿Por qué ha venido? Estas preguntas comienzan a ser curiosamente relevantes para mí, y a cada segundo aumenta el tamaño de sus signos de interrogación.

La chica me gusta. No sé su nombre, no sé dónde vive, no sé nada de ella. Pero me gusta. Y siento el impulso irrefrenable de hacer algo.

En un movimiento involuntario, casi como el pestañeo, mi mano derecha se mueve a modo de peine (o despeine), mientras la izquierda se encarga de pulir las imperfecciones que pueda haber en mis vaqueros. Inconscientemente, me estoy preparando para algo que inevitablemente va a suceder: el contacto visual.

Todos sabemos que un mero cruce de miradas nunca ha sido suficiente, por lo que empiezo a dudar de forma angustiosa ¿Qué puedo hacer? Solo tengo dos opciones:

1.  Seguir leyendo y bebiendo vino, mientras infinitos bucles de tic-tacs ejercen de martillo insufrible sobre mis oídos, recordándome que tenemos vidas paralelas y que las oportunidades pasan, y que la peor tragedia que puede experimentar un hombre es no saber afrontar su condición como tal.
2.  Ir a por ella sin pensarlo, con dos cojones.

Es entonces (tras dar el primer paso en su dirección) cuando alcanzo aquel bendito punto de NO retorno. Ya no hay marcha atrás posible. Mi cerebro ha recibido la orden inapelable de saltar, proveniente de algún lugar superior de mi alma, y ya solo queda esperar que haya agua en la piscina.

Sr. Caramelos

 Hola ¿Sabes una cosa? Te conozco.

(sonrío)

Srta. Cisne

 ¿Perdón?

Sr. Caramelos

 Sí, eres la chica con la que voy a pasar la noche.

(dejo de sonreír)

Srta. Cisne

 Eh…te confundes.

Sr. Caramelos

 ¿Sí? Entonces perdóname porque no tengo ni idea de quién eres ¿cómo te llamas?

(sonrío)(ella sonríe)

JA JA JA

Teóricamente ésta sería la mejor combinación de palabras para empezar una relación entre dos desconocidos que se atraen físicamente y que buscan algo un poco más serio que un polvo. Pero como todos sabemos, de la teoría a la práctica siempre ha existido un abismo bastante razonable. ¿O acaso os ha salido alguna vez algo como lo habíais imaginado o planeado previamente? No lo creo. Solo se alinean los astros cada muchísimo tiempo.Y no va a ser precisamente hoy.

John Lennon publicó un álbum antes de ser asesinado que contenía una canción llamada Beautiful Boy (Darling Boy). El propio Lennon la compuso para su hijo de cinco años Sean Taro Ono, y en ella se encuentra la famosa estrofa “life is what happens to you while you are busy making other plans”

Es triste a veces darse cuenta de que no somos propietarios ni de nuestra propia vida, ni siquiera de nuestras propias decisiones (ya que decidimos en base a circunstancias ajenas), y que además no existe una solución ad-hoc para esto.

¿Qué pasó con la Srta. Cisne? Nada. El diálogo fue muy diferente, mucho más torpe y confuso. Es verdad que conseguí hacerla reír, incluso llegamos a sentir la efervescencia de una sensación recíproca. Pero los agentes externos intervinieron una vez más: esta vez fue una maldita llamada que recibí al móvil (pero mañana será otra cosa). Y a pesar de que ella miró hacia atrás antes de irse, giró su largo cuello y se despidió con una sonrisa, no volvimos a vernos jamás.

En fin, ¿qué esperabais? Solo se trata de Madrid en otra tarde de domingo completamente insustancial, es decir, otra puta tarde de domingo.

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Las oportunidades pasan, y la peor tragedia que puede experimentar un hombre es no saber afrontar su condición como tal.

— VIVIR MATA (@vivirmatablog) November 30, 2013

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